El documental es la construcción del viaje de cinco mujeres centroamericanas, cuatro de ellas tomaron la decisión de emigrar a los E.E. U.U, en busca de un mejor futuro para ellas mismas y para sus hijos, los cuales algunas se han atrevido a viajar con ellos y otras los han dejado esperando en sus países de origen. La quinta historia es la de una madre Salvadoreña que busca, desde hace 7 años, a su hija migrante, que al pasar indocumentada, por el territorio mexicano, quedo desaparecida.
Las cinco tomaron el mismo rumbo con la misma esperanza “poder encontrar”; en el trayecto tuvieron que seguir caminos no planeados, que desembocaron en distintos finales.
Marilú, indígena guatemalteca, huye de los golpes de su marido. Busca un refugio y un mejor futuro para sus hijos en los EE. UU. Su vida toma un giro dramático cuando en el viaje un borracho, de una patada, la arroja a los rieles y el tren le arranca su pie derecho. Desde hace dos meses espera una prótesis en el albergue de Ixtepec, estado de Oaxaca, para con ella continuar el camino.
Marilú, por el momento, no está sola. Su mejor amiga en el albergue es Genoveva, salvadoreña, quien tras haber sido abandonada por su marido comenzó a trabajar en una maquila; pero, con la reciente crisis, no le alcanzaba para mantener a sus dos hijos en el colegio. La han regresado tres veces a la frontera con Guatemala, y ahora en Ixtepec hace una pausa para reunir un poco de dinero y poder continuar el viaje. Genoveva a creado lazos muy fuertes con Marilú: la baña, le limpia y cura su muñón, le prepara comida, la ayuda en los quehaceres y en muchas dificultades más que se le han creado a Marilú sin su prótesis.
En el mismo albergue están Diana y su esposo, ambos salieron, desde Telas, Honduras con dos hijos (de ocho y nueve años) y ella con un embarazo de ocho meses y medio. Diana no aguantó la caminata de dos días, de la frontera de Guatemala con México a la primera estación del tren, y su bebé nació en un hospital de Chiapas. A los 25 días de nacida la bebé y ella (operada de cesárea), se subieron al tren y decidieron continuar el viaje. Una rama que le pego al vagón, en el que iba ella con la recién nacida en brazos, casi le bota la bebé a los rieles. Diana está aterrada y no quiere continuar; desea quedarse en el albergue de Ixtepec unos meses, y anima a su marido a que continúe sin ella y los niños.
A cientos de kilómetros de Oaxaca, en Tijuana está el albergue de la Madre Assunta. Ahí Carmen se prepara, una vez más, para cruzar la frontera con EE. UU. (lo hace dos veces por año desde los 30 años). Carmen pertenece a un grupo de prostitutas que se denominan “Las Marías”, que cruzan por lo menos dos veces al año la frontera para trabajar allá. Carmen no sabe de qué nacionalidad es, pues fue vendida por su madre a unos tratas de niños y luego revendida en Chiapas a un tabledance. Diana dice que ella es de nacionalidad inmigrante. No quiere recordar, no quiere saber nada de su pasado; ella vive día a día. Las drogas son su compañia.
El futuro de alguno de estos personajes esta reflejado en la hija de Marta.
Marta tiene 70 años, vive en uno de los cantones más pobres de San Salvador, capital de El salvador y pide en las calles para vivir. Tuvo 7 hijos, dos desparecidos en la guerra, dos muertos de muy niños por enfermedad, le quedaban 3 mujeres, hasta que Jessica, la menor de las tres, a sus 18 años decidió buscar mejor vida en E.E.U.U. Antes de emprender el viaje, le dejó una nieta de un año. Jessica se marchó en el 2001, sola, con la promesa de mandar en menos de 4 meses remesas a Marta. A 7 años de su desaparición en territorio mexicano, Marta no pierde la esperanza de poder encontrarla, viva o muerta.
Ahora, en 2009, una ONG le ha dado por primera vez en su vida, la oportunidad de poder viajar a México en donde emprende una marcha, con 20 mujeres con familiares migrantes desaparecidos, en busca de Jessica.
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